¿No le parece una locura el hecho de que los países sudamericanos tengan que importar GNL?
No diría que es una locura. Es el resultado de legítimas cuestiones puntuales de situación de matriz energética, de mercado y de infraestructura en cada país.
Pero ayudaría si mejorara la integración que mencionaste, cuya raíz quizá sea la falta de políticas de Estado consistentes y compatibles con los países vecinos. A veces se debe también a cicatrices por conflictos que pasaron hace más de un siglo. Alemania, Francia e Inglaterra han guerreado brutalmente durante casi dos milenios, pero lo pasado ya pasó y no interfiere con integrar infraestructura y con comerciar productos energéticos entre ellos.
China instala más renovables que nadie. ¿Las energías renovables no convencionales están triunfando?
Lo de China es paradójico, porque si bien encabeza la carrera por las energías renovables, sigue inaugurando plantas de generación a carbón a gran velocidad.
Pero hagamos un “reality check”. Hoy el mundo funciona con una matriz de energía primaria que todavía depende en un 82% de los combustibles fósiles, de los cuales 31% lo aporta el petróleo y 24% el gas natural.
Las tecnologías de energías renovables no convencionales, como la eólica y la solar, crecen espectacularmente y abaratan sus costos al ampliar sus escalas, pero partieron de una base muy baja. Hoy contribuyen un 3% de la matriz primaria mundial.
Al mismo tiempo, nuestro sector energético tradicional debe seguir sentando las bases para el desarrollo socioeconómico sostenible de poblaciones y economías, ambas en crecimiento, cuyo producto compuesto es una creciente demanda de energía.
Como sector nos estamos haciendo más sostenibles, transformándonos hacia un mundo de menores emisiones, descarbonizando nuestras operaciones tradicionales y diversificando nuestros portafolios de productos energéticos con energías renovables, porque tenemos la capacidad de adaptarnos, evolucionar e innovar.
Las tecnologías de energías renovables no convencionales, como la eólica y la solar, crecen espectacularmente y abaratan sus costos al ampliar sus escalas, pero partieron de una base muy baja. Hoy contribuyen un 3% de la matriz primaria mundial.
Pero no hay escenario de reducción de emisiones, por más aspiracional que sea, que elimine al petróleo y, sobre todo, al gas natural de la matriz energética primaria global. Somos entonces parte de la solución, actores decididos de las transiciones energéticas viables y justas.
¿La transición energética llevará décadas y el gas y el petróleo estarán tan presentes como siempre?
Está en seria duda que alcancemos la meta de “cero emisiones netas” para 2050, porque no se está invirtiendo en las energías renovables no convencionales al ritmo necesario para alcanzar los objetivos climáticos. Además, enfrentan barreras tecnológicas, de cadena de suministro, y regulatorias, ambientales y sociales similares a las nuestras. Esa meta ya parece más una brújula que un destino alcanzable en tiempo y en forma.
Además, tengamos en cuenta que esas energías renovables son intermitentes. Nuestro gas natural desde siempre ha provisto una base no interrumpible a la energía hidráulica y puede hacer lo mismo por la solar y la eólica. Nos gusta decir que cuando no hay lluvia, viento o sol, seguimos estando nosotros.
Pero esperamos que las energías renovables evolucionen y maduren para que podamos eliminar algún día la combustión de hidrocarburos, pero no su utilidad como materias primas. La Edad de Piedra no terminó porque se acabaron o se cancelaron culturalmente las piedras. Solamente dejaron de ser armas y herramientas, y adoptaron otros usos como casas, caminos, puentes, murallas y templos, por ejemplo.
¿No le parece que América Latina tiene diferentes versiones de la transición energética?
Como ya dije, no somos Europa occidental. No hay una receta universal para la transición energética, ni siquiera una regional, porque somos una región muy heterogénea. Por eso hablamos de transiciones, en plural.
Desde ALC, nuestras contribuciones a una transición energética global se adaptarán a la situación y punto de partida de cada país. Por ejemplo, en muchos de nuestros países los hidrocarburos desempeñan un papel fundamental en la prosperidad económica, ya que afectan los ingresos fiscales, la inversión extranjera directa, las exportaciones, el PBI y la reducción de la pobreza. Nuestros países productores de hidrocarburos tienen entonces derecho a desarrollar sus recursos de manera sostenible y a monetizarlos para aliviar su pobreza estructural y energética, y sus inequidades.
¿Por qué aboga por que los países industrializados «actualicen» sus ayudas a las transiciones energéticas de las naciones en vías de desarrollo?
Nunca se hicieron plenamente efectivos los aportes de los países desarrollados para ayudar a las transiciones energéticas de los países en vías de desarrollo, prometidas desde el COP15 en 2009, y formalizadas en COP16 en 2010 y reiteradas en el Acuerdo de París del 2015. Se trataba de flujos de 100 mil millones de dólares anuales entre 2020 y 2025, que nunca fueron alcanzados. Para ser implementados deben hacerse viables. Puede ser un tema controversial, porque sería lógico aumentar dichos montos para compensar por el tiempo perdido y alcanzar los objetivos de cota de aumento de temperatura. La nueva meta se estima que debería ahora superar ampliamente los 300 mil millones de dólares anuales. Veremos.
¿Qué opinión tiene del hidrógeno verde la ARPEL?
Tras un quizá desmedido entusiasmo inicial y la acostumbrada crisis de fracasos (entusiasmo por los autos a celda de hidrógeno de hace dos décadas y la burbuja del 2020), el negocio del hidrógeno parecería estar encontrando sus piernas. Se invirtieron US$ 8,000 en 2022, cuadruplicando la inversión en 2020. Pero para alcanzar el escenario de cero emisiones netas para 2050, el hidrógeno deberá contribuir con un 10% del uso final de energía para entonces, lo que requeriría otros US$ 380,000 millones en esta década, según The Economist.
Nos parece en sí un excelente concepto eso de generarlo por electrólisis usando energías renovables no emisoras de carbono, como la eólica o solar. Eso hace a nuestra región especialmente interesante porque el principal costo de la producción de hidrógeno verde es la energía eléctrica y nuestra región cuenta con recursos abundantes al respecto: vientos sostenidos en la Patagonia y en los litorales marítimos, y amplias zonas soleadas entre ambos trópicos. Eso ayudaría a que los costos de producción —aún excesivamente altos, representando la principal barrera hoy día para su desarrollo—. A medida que mejore la tecnología de los electrolizadores (los que requieren minerales críticos) y aumento en las economías de escala, el hidrógeno verde debería a ser competitivo per se, sin subsidios.
La amplia experiencia en el manejo de gases combustibles y la infraestructura ya instalada, hacen de nuestra industria un aliado estratégico para acelerar su desarrollo, ya sea en continente o costa afuera. Es más, varias de nuestras empresas miembro ya están invirtiendo o planificando invertir en esa tecnología, con más de 80 proyectos (en etapa conceptual, en estudio de factibilidad o en piloto) principalmente en Colombia, Brasil y Chile, pero también en Argentina, Uruguay, Paraguay, México, Costa Rica, Bolivia, Perú, Trinidad-Tobago, y Panamá. Nuestra industria puede contribuir también con el hidrógeno “azul”, reformando el gas natural y combinando con CCUS para neutralizar las emisiones de carbono.
Según datos de IEA, las exportaciones de hidrógeno de bajas emisiones previstas podrían alcanzar los 16 Mt en 2030 (2,2 Mt correspondientes a nuestra región), aunque casi todos los proyectos a nivel mundial se encuentran en sus primeras fases y menos de un tercio han identificado un posible comprador. En nuestra región, los combustibles derivados del hidrógeno para exportación serán el principal motor de crecimiento. Hoy se utiliza el hidrógeno extraído del has natural para producir fertilizantes y en la refinación del petróleo. Pare el hidrógeno verde, en vez de los automóviles, el uso mayor parece destinado al transporte de larga distancia, el marítimo, el aéreo y la industria del cemento, por ejemplo.
Hay un razonable nivel de integración energética en el Cono Sur entre Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Argentina y Chile. Hay otro incipiente arco integrador entre Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, las Guayanas y Trinidad-Tobago, pero hay mucho por hacer allí, en América Central y en el Caribe.
Carlos Garibaldi, secretario ejecutivo de la Asociación de Empresas de Petróleo, Gas y Energía Renovable de América Latina y el Caribe (Arpel).
Otro aspecto importante para considerar es que la mitad de los proyectos de H2 verde ya anunciados para el 2030 en nuestra región requieren infraestructuras para la desalinización, dado que están en zonas con estrés hídrico, y una expansión de la infraestructura portuaria para exportación.
Hay muchos desafíos: el de Vaca Muerta en Argentina es uno, el del Presal en Brasil es otro; el de los crudos pesados venezolanos, es otro; el de las aguas profundas de México, es otro; el de la faja plegada de Bolivia y de Perú, es otro. ¿Está condenada Latinoamérica a no aprovechar nunca sus potencialidades?
Menciona las oportunidades de crecimiento en su producción de hidrocarburos en la región. Vemos al PreSal llegando a su pico, a Vaca Muerta ya despegando decididamente y a un gran potencial desde Guyana al margen ecuatorial del Brasil. En contraste, México, Colombia y Ecuador no están enviando señales alentadoras a los inversionistas petroleros.
Venezuela, que contendría unos 2/3 de los recursos de petróleo y de gas de la región (si bien la mayoría son crudos pesados o ultrapesados y gas asociado), necesita regularizar su situación institucional para recuperar parte de su pasado potencial. La revitalización del campo Boscan por Chevron y la posibilidad de desarrollar el campo Dragón de gas sinérgicamente con la capacidad ociosa en Trinidad, son motivos de optimismo prudente.
No sabemos por cuánto tiempo la guerra en Ucrania seguirá siendo una situación estructural y la guerra en Gaza seguirá provocando consecuencias en el tráfico marítimo por el Mar Rojo. Pero sí sabemos que la ansiedad sobre la seguridad energética ha abierto para ALC una ventana de oportunidad para, por ejemplo, contribuir a reemplazar gas ruso en Europa y carbón en Eurasia.
Además, la región es rica en minerales como cobre y litio, por ejemplo, esenciales para la esperada electrificación general. Pero ya hablamos de falencias en algunas políticas de Estado y barreras para la integración o cooperación regional. Está partiendo un nuevo tren de oportunidades; ¿chocaremos antes de llegar a la estación?